Francisco Sandoval López
Nací en el pueblo de Mexticacán hace 46 años, por la región llamada Los Altos de Jalisco en el occidente de México, donde crecí en el ambiente rural, ordeñando vacas y ayudando a mi padre en las labores de un molino de rastrojo de maíz. Ahí en las precarias condiciones de estudio y el áspero desprecio público a las actividades del arte y la poesía, guardé calladamente el gusto por hacerlo plenamente y solo en el dibujo a lápiz descubrí la expresión. Dentro de la precariedad económica, mi padre y mis hermanos me apoyaron, por lo que logré mis estudios y llegue hasta la Universidad de Guadalajara, donde estudié el bachillerato y la licenciatura en física. Ambiente que me permitió escudriñar la vida y los grupos humanos a los que pertenezco y me recorrió el rumbo de mi vida hacia la creación artística. Regresé al pueblo en 1992, y fue en ese trance, cuando tomo la fuerte decisión de hacer tallas de madera con las raíces y trozos de ahuehuetes, los mismos que recolecto en la rivera del cercano río de Ipalco, por cierto muy saqueado por políticos, leñadores y areneros. En este proceso de talla he logrado crear piezas que vendo en las plazas y, gracias a los amigos he participado en varias exposiciones.
Son piezas en talla de madera que ofrecen una propuestas artísticas principalmente, en lo que respecta a la forma conceptualizada dentro del arte figurativo, en la cual se aprovechan las texturas y formas originales de la madera en su estado natural para crear detalles de figura humana.
Trabajo realizado, paso a paso, en la textura del sabino descubriendo formas que, de por si, se expresen ellas mismas al desgajar, por medio de cada una de las gubias, la cobertura de las apariencias. Localizar la semejanza que, de antemano sé que existe como reflejo, y que se confirma en el mismo acto de contacto.
Es emoción, placer y misterio de poder tener presente en el trabajo de una talla esta realidad alejada, de la cual soy a fin de cuentas parte y todo. Es doble emoción de tallar los trozos de ahuehuete descubriendo temas, que al final resultan, las formas más comunes de este mundo. Es doble emoción, pues el prójimo aparentemente juzga el resultado de mi obra y en esos términos me encuentra. Es doble misterio por despejar la identidad y la universalidad, al digerir la enajenación para reconquistar lo cotidiano en la rivera del río recolectando trozos de árboles muertos. Es doble placer al particularizar en cada área de cada raíz de ahuehuete, datos, vivencias, temores, ilusiones, deseos. Proponiendo esquemas en la suavidad de las vetas con la enorme perspectiva de poder hacerlo….
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